Es verdad, no sirvo. Y no es que sea mojigata o que me oponga a las relaciones extra maritales, cada uno es dueño de su sexualidad y de su trasero (o lo que corresponda). Pero es que el ser "amantes" tiene agunas componentes que no me gustan. Y que van más allá del engaño en sí.
Estuve leyendo por ahí, y conversando otro tanto, que los hombres que están en pareja (y tal vez algunas mujeres), piensan que si sólo se trata de sexo no es engañar. Distinto es cuando se involucran los sentimientos, porque ahí se pone en riesgo la relación "sentimental" con la pareja. Pareciera ser entonces que el sexo es para algunos una actividad física que se puede practicar en compañía de cualquier persona, tal como caminar, escuchar música o comer... un rico plato, digo. Curioso. Porque para bailar se necesitan dos; y mientras más se conocen, mejor bailan.
Otro hecho que quisiera señalar en este análisis muy personal, es que algunos hombres piensan que pueden hacer "felices" a sus parejas, casuales o no, aplicando todas sus habilidades histriónicas en la cama. Para mi, que digan eso, denota una gran falta de conocimiento de la sexualidad femenina. Es que las mujeres, las alfa y las otras, al menos coincidimos en algo: somos de sexualidad compleja. No basta un cariñito. Para que sea un momento de verdadero placer, es necesaria una atmósfera adecuada y protegida; el ambiente propicio sin ruido, sin teléfono, sin niños, en fin. Pero lo más importante, al menos para mi, es que el juego haya comenzado antes. Que se manifieste el deseo antes de siquiera poder concretarlo. ¡Es como hacer el amor por horas o mejor, por días! Te pasan cosas, sientes mariposas (o el bicho que sea) en el estómago, sientes la ansiedad porque llegue luego el momento. Y no menos importante. Cuando todo termina, viene lo que más me gusta. Retozar así, ya cansados, abrazados y conversar acerca de la vida. Hacer planes, soñar despiertos. Por eso las cosas a la rápida para mi, no funcionan.
Por otra parte, creo que la desnudez es el acto de mayor sinceridad y de entrega entre dos personas. Ya no nos queda nada que ocultar. Los rollitos, las gorduritas y otros elementos, van apareciendo inmisericordemente. No nos dan tregua y nos queda sólo entregarnos, mostrarnos así, tal cual somos. Entonces pienso yo, ¿cómo poder sentirse cómodo al desnudarse frente a alguien que no se conoce? ¿No da acaso verguenza o pudor? Y ese pudor, ¿no baja acaso el deseo? Al menos yo prefiero enfrentarme a la mano conocida, esa mano que conoce mis medidas, mis zonas cóncavas y convexas. Las que saben y que a veces sorprenden y reinventan. Esas manos que conozco y cuyo calor siento en mi propia mano cuando me quedo dormida, a su lado, como toda las noches.
Para mi no hay nada más sexy como cuando en medio de la rutina te acuerdas de hacer un gesto, una caricia, un abrazo. Tocar a tu pareja sin pedirle permiso, cuando menos se lo espera. Tener la certeza de que no importa que esa noche alguno de los dos no se vaya, o se venga o termine o acabe (tanta palabra para decir lo mismo). Porque eso no es lo importante. Mañana estaremos juntos de nuevo y podremos intentar otra fórmula, otra posición, otra caricia. O tal vez sólo hacía falta descansar un poco y relajarse. Qué más da. Si tenemos toda la vida para hacerlo.
Yo reconozco que he sido infiel en mis sueños. ¡Si hasta soñé con Bon Jovi! Y también soñé con algún compañero de oficina que por razones obvias no voy a mencionar. En esos sueños, involuntarios e inconcientes, disfruto e una realidad alterada, incluso a veces no soy yo misma. Tengo atributos físicos envidiables y una belleza irresistible. Y a veces vuelvo a ser adolescente... ¡Ah, que momentos!
Y creo que prefiero quedarme con los sueños. Como aquella vez con que soñé con una playa recóndita en Ecuador, en la que me construyeron un nido de amor, que era justamente para eso, para hacer el amor al compás de la música y después despertar, abrazados. Donde no había realidad, porque sus huellas fueron borradas por la magia del sueño. Donde no había tiempo, el universo se había detenido para nosotros.
Por eso, si alguna vez quisiera tener un amante, siempre tendré el recuerdo de Ecuador... Por ahora no lo necesito. Es más, me alegro de pensar que esta noche, y todas las noches, tendré a mi hombre a mi lado. Y mañana también. Y pasado mañana... ojalá.